15 junio, 2013

Padre, también, es uno solo

Hilda Pupo Salazar Las relaciones de los más jóvenes con los mayores sufren deterioro en la actualidad, existen desavenencias y poca comprensión entre las generaciones, razones para reflexionar sobre el tema. Sobre ese tratamiento hay varias anécdotas, como la del niño que confeccionaba una escudilla de madera y cuándo el papá se interesó por su ocupación, respondió: “para echar sus comidas cuando sean viejitos”. El actuaba como mismo lo hacían sus progenitores con los abuelos. Mucha paciencia y ternura se necesitan en el cuidado de las personas mayores, por eso hoy lean un resumen del poema Cuando yo sea viejo, porque es un mensaje realista que ya muchos no podemos escuchar aunque quisiéramos y para que nunca lamentemos “es demasiado tarde”. “El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme. “Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide cómo atarme mis zapatos, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas. “Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras que sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño(a) para que te durmieras tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas los ojitos. “Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. “No me reproches porque no quiera bañarme; no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguí y los mil pretextos que te inventaba para hacerte más agradable tu aseo. Acéptame y perdóname. Ya que soy el niño ahora. “Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó tantas cosas. Comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti. “Cuando me fallen mis piernas por estar cansadas para andar, dame tu mano para apoyarme como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas. “Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir. De la misma manera como te he acompañado en tu sendero te ruego me acompañes a terminar el mío. “Dame amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti”. Por su mensaje altamente positivo reproduzco el texto enviado a esta reportera por el monseñor Emilio Aranguren Echeverría, obispo de Holguín. Por el Día de los Padres Me permito hacer un comentario sobre una de esas frases populares que no deben repetirse e incluso rechazarlas, ya que el mensaje que transmiten no es positivo y, en muchísimas ocasiones, totalmente falso e injusto. Me refiero -dado el caso que nos ocupa- a cuando uno oye decir: "Padres hay muchos, madres una sola". ¡Eso es falso!. Quien quiera justificarlo hará alusión al mal comportamiento de la persona que, tal vez, fue su padre; pero no se puede generalizar ya que, por el contrario, muchos de nosotros -como hijos- hemos tenido otra experiencia y, a la vez, el comportamiento de Uds. con sus hijos no merece ese tipo de juicio y calificación. Por eso, resulta positivo, ejemplarizante y esperanzador leer algunas de las enseñanzas que al respecto transmite el Libro del Eclesiástico: "El que honra a su padre recibirá la alegría de sus hijos y tendrá larga vida. De palabra y obra honra a tu padre, para que su bendición descienda sobre ti. Sé el apoyo de tu padre en la vejez y durante su vida no le causes disgustos. Aunque se debilite su mente, sé indulgente con él. La ayuda prestada al padre no quedará en el olvido" (cf. 3,1-16)

1 comentario:

Inès dijo...

Muy interesante, pues hay muy buenos padres, hermoso el poema.