14 abril, 2018

Hablando de trámites

Hilda Pupo Salazar hilda@ahora.cip.cu Conozco los vericuetos pasados por esta lectora, cuando trataba de obtener una firma y un cuño, para avalar la validez de un proceso. Ella ejemplificó su relato así: planillas vienen y van, certificados de nacimiento, citas para hoy, mañana o el mes entrante, entrevistas con funcionarios de diferentes niveles, cartas y mucho tiempo. Tal historia resultaba “pequeña” al lado del contenido del largometraje La muerte de un burócrata, del cineasta cubano Tomás Gutiérrez Alea, quien critica un viejo mal social. La película es una sátira, una comedia de absurdos, que comienza cuando entierran un cadáver junto con sus documentos de identidad y se desata todo un remolino burocrático. En enero de 1965, Fidel Castro dijo: “Creo de todo corazón que el socialismo tiene que cuidarse del burocratismo tanto como del imperialismo. No olvidarse de eso, porque es más peligroso, porque es un enemigo clandestino, es un gravísimo mal, estorba la producción, consume en tareas innecesarias las mejores inteligencias, consume mucho de la energía del pueblo”. Los trámites son las gestiones o diligenciamiento realizado, para obtener un resultado, en pos de algo, o los formulismos necesarios para resolver una cosa y sirven para organizar la sociedad, siempre que sean lógicos, lo malo es desarrollarlos de manera incomprensible y convertirlos en un daño sicológico para las personas. Hay tantas complicaciones en algunos procesos, con el gasto de tiempo y paciencia, que se necesita todo un doctorado en tramitología, para pasar esa dura prueba. Al final, los documentos pedidos se comprueba son inútiles y hacemos sufrir a la gente por gusto. Parece que hay quienes les agrada ver a otros pasando trabajo. Hay estudios, con vista a simplificar los trámites, porque son innecesarios y muchas veces sobran, pero se siguen realizando y perjudicamos la vida de los demás. La falta de humanismo y sensibilidad sobresale en esos casos. Es lamentable tener que volver a presentar un papel, porque el primero tenía errores generados por quienes lo hacen o justificar, cada equis tiempo, que tienes una enfermedad incurable. Ya lo alerta el novelista francés Honoré de Balzac: “La burocracia es una máquina gigantesca manejada por pigmeos”.

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