19 octubre, 2013

Adorar a los viejitos

Hilda Pupo Salazar No son pocos los hijos que cuidan a sus padres enfermos o ancianos, ineludible deber en la vida, pero acompañado de muchas complicaciones y una de ellas, la necesidad de asumir nuevos roles, ocupándose de su atención y asistencia, sin descuidar a su vez a la familia, el trabajo y las tareas domésticas. Dada la característica del envejecimiento poblacional en Cuba, cada vez, se sumarán más hogares a esa problemática y eso da suficientes razones para tratar el tema. Primeramente aclarar que la atención a nuestros viejitos puede ser una misión ardua, agotadora y sobre todo demandada de mucha paciencia, pero obligación al fin, se trata de retribuir los esfuerzos y los sacrificios dados por ellos a nosotros en gran parte de la existencia y resultaríamos muy mal agradecidos si obviáramos eso. Estamos en una hora en que nos convertimos en padres de nuestros propios padres, es el momento en el cual ellos pierden su autonomía con el comienzo de determinadas limitaciones físicas o pérdida de facultades mentales, características de la cuarta edad También, es el comienzo de empezar a tomar decisiones por ellos y esto nos resulta muy difícil, por la misma tendencia, que a pesar de su edad, quieren continuar determinando, cuestión preocupante si significa poner en riesgo hasta sus propias vidas. Las situaciones más difíciles acontecen cuando alguien se ve forzado a asumir ciertas tareas sin desearlo, lo que muchas veces genera conflictos distorsionantes del clima emocional. Ahí caben los maltratos, aunque ello no equivalga a violencia física, sino a dejadez y dejar de cumplir elementales tareas relacionadas con el buen tratamiento. . Lo primero que recomiendan los especialistas es que los adultos escuchen a sus padres, ya que muchas veces ellos están capacitados para elegir cómo quieren vivir sus últimos años. También es importante que puedan prestar atención al deseo paterno y aceptar las sugerencias, siempre y cuando lo pedido por el adulto mayor sea coherente y posible. Se aclara lo perjudicial de no delegar toda la responsabilidad en un solo miembro de la familia, porque puede terminar estresado y deprimido. El cómo queramos sean nuestros hijos en un futuro depende de nuestra conducta desde pequeños. Una señora contó las maneras de despertar el amor filial en su niña de diez años, cuando le dice: “Hoy vamos a llevarle estas pastillas a abuelita que está enferma” o “vamos a acompañarla un rato”. Pero, lamentablemente, no siempre recogemos lo sembrado, y a nuestro lado crecen los insensibles y despreocupados, quienes parece no les interesa el destino de sus progenitores y piensan nunca se pondrán viejos y necesitar ayuda.

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