28 diciembre, 2013

Paz para el hogar

Hilda Pupo Salazar A tres días de terminar diciembre y comenzar el año 14 del 2000, felicidad es palabra repetida, que lleva implícito salud y prosperidad, como deseo primordial y globalizado para estos nuevos 365 días. Deseamos un nuevo período colmado de dicha para nuestras familias, una aspiración imposible de conseguir sin la existencia de la paz, y no hablo solo de problemas internacionales con la ocurrencia de las guerras y la violencia, como generadoras de muerte, me refiero a la tranquilidad individual, a ese sosiego necesario, que marca un estado de equilibrio estable en lo personal y en lo social. Decía Amado Nervo, el poeta mexicano: "Hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo." Aquí se sintetiza la importancia de la armonía en la convivencia, algo imprescindible para decir que somos felices. Debe recordarse las palabras de Teresa de Calcuta, cuando expresó que la paz comienza por una sonrisa y tiene razón, porque no caben esos rostros agrios y tantas malas formas, responsables de trastocar el hogar, dulce hogar en un campo de batalla. Hay hogares que despiden un aroma de paz, armonía, bienestar espiritual; aun cuando las circunstancias materiales no sean tan buenas. Otros huelen a pólvora de batallas campales y hostilidad abierta. Nadie puede sentirse bien en medio de los conflictos. En el plano individual, “paz” es un estado interior exento de sentimientos negativos como ira y odio. Esa forma de estar positiva es deseada tanto para uno mismo como para los demás, hasta el punto de convertirse en un propósito o meta de vida. Se recomienda ser flexible para entender a los otros, no perder la cordura ni dejar crecer los problemas interpersonales, porque no fuimos oportunos al tratarlos. La paz no se gana siempre a través de la pasividad. Tenerla y mantenerla activamente a través de la discusión. Si dejas que la ira y la desilusión crezcan, eventualmente se creará una atmósfera de tensión y amargura. Desaparece la quietud. Las peleas constantes entre los diferentes miembros de la familia enrarecen los ambientes y no dejan que fluyan las corrientes positivas. Una de las dificultades más reiteradas dentro de esos altercados son los irrespetos, al violarse los espacios de cada quien. Cultivemos el amor entre todos, la paciencia, el control, la ecuanimidad, la sencillez, la benevolencia y la generosidad, como vías para alcanzar esa añorada felicidad.

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