06 mayo, 2014

Concéntrate en tu vida

Hilda Pupo Salazar ” Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de su esposa, cuando vio a un chino poniendo un plato de arroz encima de la lápida vecina. En tono burlón le dijo al asiático: “de verdad usted piensa que su muerta se comerá eso” y el aludido contestó: “Si, cuando la suya venga a oler las flores”. Como moraleja tenemos: respetar las acciones y opiniones de los otros es una de las más grandes virtudes del ser humano. Las personas son diferentes, por tanto actúan y piensan así. Se trata, entonces, de defender nuestras ideas, pero con argumentos sólidos sin alterarse y mucho menos ofender. Las contradicciones pueden ser antagónicas o no, cuando suceden las primeras lo más probable es que no haya entendimiento posible y puede haber hasta aferramiento, pero las segundas son como un motor del desarrollo. En ambos casos se pide escuchar al otro y, siempre, guardar la calma. Nunca veamos las discrepancias como problemas, sino como fuente de las mejores soluciones. El diálogo hace falta en estos momentos, pero no una conversación en la cual se trate de imponer criterios, sino hablar hasta tratar de llegar al menos a un entendimiento. Quien se esfuerza porque prevalezcan sus pensamientos sin tener en cuenta la persuasión, pierde a la larga. Ese interlocutor tal vez lo oiga pero no lo escuchará, es un oyente perdido. Hasta en el mismo hogar somos testigos o partícipes de verdaderos conflictos, solo porque queremos que nuestras palabras predominen tengamos o no la razón y eso a parte de querer dominar, demuestra prepotencia. Hay quienes piensan que hablando alto se tiene más razón. Así no ganamos en esa batalla de ideas y nuestros juicios “resbalan” en la mente de quien nos oye. Eso es en cuanto a decir, pero sucede, también, a la hora de actuar. Existen las personas que quieren procedamos según sus modos, tratan de obligarnos a ser como ellos y se toman la atribución de decidir en nuestra vida. Es como un controlalotodo y les molesta si no somos como ellos piensan. Tal vigilancia no solicitada ocurre en los más impensados hechos, es como una injerencia a la privacidad. En ocasiones se juzga al otro a partir de cómo opinamos y existe más preocupación por la actitud ajena que por la propia. Sucede igual al individuo que no le aprovechaba la comida por su interés en el plato vecino.

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