08 junio, 2014

Hilda Pupo Salazar Si las personas aquilataran en su justo valor lo que tienen fueran más conformes, pero existe la dañina costumbre de ambicionar lo ajeno por considerarlo más apreciable y minimizar lo de uno. Por esa manera de pensar se quiere una buena casa, dinero, placeres, ropa, auto, comida… y no niego su importancia en la escala del nivel de vida, pero hay quienes lo poseen y no están ni medianamente satisfechos. Otros confunden felicidad con tenencias materiales y es un gran error, porque lo segundo no garantiza lo primero. Hay personas con extrema placidez en medio de una gran humildad y otras rodeadas de lujos e infortunados. El día que aprendamos a priorizar las pertenencias seremos menos codiciosos y más objetivos. Extráiganle lecciones a este escrito: Había una vez un ratón que vivía en una humilde madriguera en el campo con flores por todos lados y de alimento las frutas silvestres. Tenía una vida tranquila. Un día, su primo de la ciudad, vino a visitarle. El anfitrión lo invitó a comer sopa de hierbas. Pero este, acostumbrado a comer comidas más refinadas, no le gustó. Y además, no se habituó a esa vida. Decía que era demasiado aburrida y la suya más emocionante. Convidó al primo a visitarlo, porque opinaba que allí se vivía mejor. El campesino se topó con el ajetreo citadino, peligros por todas partes. La madriguera del pariente estaba en el sótano de un hotel, había camas con colchones de lana, sillones, finas alfombras, y las paredes eran revestidas. Los armarios rebosaban de quesos, y otras cosas ricas inimaginable para el foráneo. En el techo colgaba un oloroso jamón. Cuando los dos ratones se disponían a darse un buen banquete, vieron a un gato que se asomaba husmeando a la puerta de la madriguera y tuvieron que huir por un agujero. Mientras corrían para salvarse oyeron gritos de una mujer que, con una escoba en la mano, intentaba darles en la cabeza con el palo, para matarlos. El ratón, más que asustado y hambriento, volvió a la madriguera. Dijo adiós a su primo y decidió volver al campo lo antes que pudo, de vuelta a su casa pensó “es cierto hay mucha riqueza y buena comida”, pero jamás era comparable su paz por ese montón de cosas materiales.

No hay comentarios.: