21 enero, 2015

Trataron de envenenar a Martí

Hilda Pupo Salazar El 16 de diciembre de 1892 fue infortunado en la vida de Martí, ese día lo trataron de asesinar. Recorría varias ciudades, para chequear lo que se hacía por la Revolución y pronunció varios discursos en español e inglés. A pesar de estar enfermo habló durante hora y media en ocasión del segundo aniversario de la Fundación de la Liga Patriótica Cubana. Regresó a Tampa, pues con José Dolores Poyo y otros cubanos chequeaban el trabajo de los clubes patrióticos, y fue directo a la casa de la cubana emigrada Paulina Pedroso, donde estaba radicado por esos días. Allí estaban dos hombres de origen cubano a quienes el Maestro había tomado como ayudantes personales. Para nadie es secreto la intensa persecución a que era sometido Martí por parte de espías lo mismo españoles que norteamericanos y los susodichos auxiliares trabajaban para el gobierno español. La circunstancia fue propicia, pues dado el agotamiento del viaje, el Apóstol decidió tomar Mariani, un reconstituyente de la época. Los traidores aprovecharon la ocasión y pusieron un veneno en la bebida. Martí enseguida sintió el raro sabor al llevárselo a los labios y tras una rápida intuición, devolvió el sorbo. Casi al propio tiempo del acontecimiento llegó el Doctor Barbarrosa, amigo y médico de Martí en Tampa, y cuando se entera de lo sucedido insiste en hacer analizar el resto. Olió el licor, lo degustó con cautela y dijo. “¡Sí; me parece que sí… Está acido…Déjeme hacerlo analizar! Martí le tomó por un brazo y le dijo mirándole fijamente: “De esto, amigo mío…, sí fuese cierto, ¡ni una palabra!” Fue una suerte que Martí no lo ingirió. El médico le pidió que vomitara, y de inmediato le practicó un lavado de estómago. . A los pocos días regresó uno de los asesinos (otras versiones dicen que los dos), pues enseguida del hecho desaparecieron de la estancia y todas las sospechas recayeron en ellos; Ruperto, el esposo de Paulina, le fue para arriba y Martí lo contuvo. El Maestro con una capacidad de perdón extraordinaria le pidió hablar en privado, preguntó los motivos para hacer ese acto tan malvado y le diría cosas tan conmovedoras que el maleante salió de la habitación con los ojos aguados. “Ese – le dijo Martí a Ruperto– será uno de los que habrá de disparar en Cuba los primeros tiros.” Aunque la identidad de los dos personajes permaneció ignorada durante mucho tiempo (según unas opiniones) se supo que uno de ellos fue Valentín Castro Córdova, natural de Matanzas, donde nació el 14 de febrero de 1868 y murió en La Habana, el 27 de agosto de 1949. Al morir Castro Córdova era capitán del Ejército Nacional, pero había terminado la guerra independentista con los grados de Comandante mambí, fue uno de los primeros cubanos en alistarse en una expedición de Serafín Sánchez y Carlos Roloff, la cual llegó a Cuba el 24 de julio de 1895. El insurrecto perteneció al Departamento Occidental, específicamente al Cuarto Cuerpo de Ejército, y a la Primera División de la Segunda Brigada del Cuartel General. La Doctora Nidia Sarabia fue de las primeras en develar el nombre de este cubano que erró y después rectificó.

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