25 julio, 2017

Mal hecho

Hilda Pupo Salazar Recibí un interesante correo con críticas, por parte de un lector, a varios actos humanos durante un fin de semana en la ciudad de Holguín, los cuales les provocaron irritación y molestia, con un punto en común: obtener más dinero sin importar cómo lo hacen. Lo más lógico, cuando pretendemos salir un sábado o domingo a divertirnos o resolver problemas hogareños y borrar las rutinas impuestas por los días de labor, es pasarla bien, sin mortificaciones. Pero, no siempre ocurre así, si nos topamos con individuos, que se empeñan en brindar un mal servicio y hacen despertar las incomodidades al usuario, no puede evitarse la insatisfacción, junto a la calificación de pésimo momento. Y, precisamente, no se justifica sumar dificultades gratis a la ya complicada vida cotidiana por culpa de gentes, cuya misión es proporcionar diversión o ayuda, e incumplen su cometido, abusan de su posición y maltratan a los clientes. Hay referencia a un mal extendido ya: el acaparamiento y entiéndase como tal la acción de comprar desmedidamente los artículos sacados por una tienda hasta agotarlos, con el único propósito de convertirse en única opción, para personas necesitadas de adquirirlos. Como parte de las ofertas y las demandas, el negociante establece montos exorbitantes y o los pagas o te quedas sin ellos, no existe otra manera. ¿Cómo obtener mercancías necesarias de manera normal en los mercados? Una se pregunta a quienes benefician las rebajas de precios de los productos en un establecimiento. Nunca será a los que no tienen tiempo de hacer colas ni de enterarse de ese beneficio. La lista de daños incluye el hurto de productos por la manipulación de pesas. Si uno debe comprar una mercancía a altos precios y debe añadir sobre eso un pesaje deficiente en detrimento del consumidor, el abuso se duplica. Indisciplinas en los horarios establecidos es otro de los señalamientos. En fin, si esos tropiezos debe encararlo el ciudadano común, su existencia se trastoca más. El no buscarse dificultades y dejar las cosas así no es la solución. Quienes actúan mal deben sentir el justificado reclamo de los que reciben el servicio, porque dejarlo impunes le ratifica la posibilidad de volver a hacerlo. Una sociedad no se mejora con el conformismo ante un deficiente trabajo. Hay pérdida de valores esenciales como el respeto, la dedicación, la entrega y, para hablar de perfeccionamiento, no se admiten los pusilánimes. La tarea de enfrentamiento debe ser de toda la sociedad, como ejercicio del verdadero poder del pueblo.

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