14 abril, 2018

Solidaridad, palabra hermosa

Hilda Pupo Salazar Hay tres frases preferidas para ilustrar la solidaridad: “Las personas fuertes no tumban a las otras, las ayudan a levantarse”, “Cuando una mano se alarga para pedirme algo, pienso que esa mano puede ser, mañana, la que me ofrezca un vaso de agua en mitad del desierto” y “Se tienen menos necesidades cuanto más se sienten las ajenas”. Este espacio ha criticado la falta de ese valor y la repercusión en la vida, con el dañino individualismo y la incapacidad de ayudar a los demás, cuando lo necesitan. Ponderamos el comportamiento positivo de apoyar a las personas en medio de las dificultades y la gratitud permanente de quienes reciben ese auxilio. Estas líneas de agradecimiento son para esos vecinos solícitos que tienden la mano sin importar esfuerzos. Para los amigos, que están incondicionalmente al lado de los necesitados y te dan la mano sin esperar nada a cambio; a los compañeros de trabajo o estudio, con vocación humanitaria y familiares atentos a los problemas sufridos por aquellos que comparten los lazos de sangre. Es muy triste el olvido y las actitudes falsas ante los que pasan adversidades. Una mano sobre el hombro, una llamada telefónica mostrando interés, un servicio, un gesto o una visita, ¡gratifican tanto! La solidaridad es el apoyo de cada persona como individuo a causas comunes. Hay muchas otras palabras que entran en tal definición: los ideales, la empatía, los lazos sociales, las acciones, la ayuda y la compasión son sólo algunas de ellas. Generalmente se ve ese sentimiento, como algo muy preciado, un ejemplo excepcional de colaboración entre personas frente a situaciones adversas como eventos naturales (huracanes, temblores de tierra, fuertes aguaceros, grandes sequias o tsunamis), aunque no hacen falta problemas enormes para brindar una contribución, ya que también puedes practicarla con tu familia, compañeros o amigos en los pequeños y grandes problemas de la vida cotidiana. Se crece como persona con posturas nobles, hijas del desprendimiento. Cuando ofreces socorro sientes satisfacción y el sano placer de dar lo mejor de ti al que lo requiere. A partir de tu acción, pueden calificarte como individuo: generosos o gentes inservibles con los demás. Dijo Teresa de Calcuta: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

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