26 mayo, 2011

Autotitulado juez


Hilda Pupo Salazar
Si a la manía todopoderosa de Estados Unidos de cambiar los presidentes de otros países, no se le llama injerencia no sé el significado de esa palabra en su diccionario, porque eso de decir que la OTAN va a dejar de bombardear a Libia, cuando el Gadafi se vaya, fue lo mismo que hicieron en Irak, ahorcaron a Saddam Husein y pusieron un gobernante más obediente.
Tiempos atrás le tocó a Granada y asesinaron a Maurice, en 1973 apoyaron a los fascistas que acabaron con Salvador Allende en Chile y no se sabe si fue accidente o provocado el avión derrumbado de Omar Torrijos en Panamá.
En el 2009, con su ayuda, sacaron de su país a Manuel Zelaya, el presidente constitucional hondureño, y en su lugar colocaron de gobernante a un lobo de su misma jauría, en la idéntica historia de querer matar a Chávez, adueñarse nuevamente del control petrolero en Venezuela, haberle hecho más de 600 atentados para eliminar a Fidel Castro y otros tantos para descabezar a la Revolución Cubana.
Estados Unidos están repletos de poderío y sus actos son solo a nivel de fuerza; esa es la causa por lo que en su hacer las razones sobran y se produce una dicotomía entre lo hecho y lo predicado.

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