26 julio, 2013

Martí, Fidel y el Moncada

"Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo su fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!"— Fidel Castro en La Historia me Absolverá Hilda Pupo Salazar Haber protagonizado los hechos del Moncada bajo el sello martiano definió el futuro histórico de Cuba. El principal legado del nombrado más grande pensador del siglo XIX en el Continente en la llamada Generación del Centenario fue la capacidad de convertir los reveces en victoria, de tal forma que el 26 de Julio de 1953, aún cuando fuera derrota militar, constituyó la puerta de entrada de otro intento independentista en la Isla y trajo a la palestra pública un movimiento de liberación nacional radical opuesto al quietismo y al reformismo de la época. Por eso, aparte de otorgarle el fundamento moral y la legitimidad al acto armado, cuando Fidel nombró a José Martí el autor intelectual, influyó en el curso de los acontecimientos y lo hizo responsable para que después ocurriera el desembarco del Granma, la lucha en la Sierra Maestra, el Triunfo de Enero y todas las epopeyas realizadas más tarde. La paternidad singularizada del Asalto, cuya esencia nació de la conciencia sembrada en los jóvenes revolucionarios a partir del estudio de las ideas del Maestro, determinó la convicción de los más de 130 combatientes expresadas en las palabras del máximo jefe momentos antes de partir para la acción encontrándose en la Granjita Siboney. Entonces Fidel dijo: "Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte!”. Todo llevó el objetivo primordial de revertir la caótica situación en que vivía el país, agudizada por el golpe anticonstitucional dado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, y aunque no cumplió lo programado, el hecho de haberse inspirado en el Organizador de la Revolución del 95, imprimió perseverancia a las fuerzas. Recuérdese cuantos escollos pasó Martí en su azarosa vida dedicada a la libertad del país, sin embargo, no darse por vencido al primer tropiezo determinó su obra al servicio de la Patria y que se ganara merecidamente la condición de Héroe Nacional. Si Martí hubiera abandonado la lucha en su primer presidio a los 16 años, no se contaran con los aportes tan valiosos a la trayectoria independentista cubana, como, también, no fuera igual si abandonado el plan Maceo- Gómez, en la década del 80 en el siglo XIX, por divergencias en los métodos, la determinación hubiese sido de no continuar, con lo cual no cabría la determinación de reiniciar el intento, incluso con la participación del Titán de Bronce y el Generalísimo. Pero, Martí realizó una labor paciente durante años, no albergó rencores; logró unir a los viejos con los Pinos Nuevos, desterró tendencias alejadas del proyecto radical, imprimió confianza, explicó el por qué la necesidad de una guerra y acometió una ardua labor ideológica para sembrar conciencias. La prueba más dura la tuvo el 10 de enero de 1895, a pocos días de comenzar la contienda, cuando por una delación incautaron los pertrechos militares conseguidos durante décadas. Este hecho fue conocido como el Fracaso de la Fernandina. El golpe no aplasta a Martí, que en carta enviada al patriota José Dolores Poyo le asegura: "No tema de mi, sé padecer y renovar. La cobardía, o más, de un hombre inepto, se nos clavó de arrancada en la hora grande. Renaceremos". Y al General Máximo Gómez asegura: "Yo no miro a lo deshecho, sino a lo que hay que hacer". "La cobardía, y acaso la maldad, de López de Queralta –continúa diciendo Martí- entregó nuestro plan entero: nuestros tres barcos rápidos, salidos a la vez, para llegar casi al mismo tiempo, con armas para 400 hombres. Acaso se salvará el cargamento. Pero hemos salvado más: la disciplina y el respeto de la Isla, asombrada de nuestro esfuerzo (...)". Tal obstáculo en los planes revolucionarios no fue impedimento para que la guerra nuevamente estallara en la ínsula, aun sin la presencia de los principales líderes, ni contar con los recursos suficientes que permitieran respaldar la contienda: El 24 de febrero de 1895 los cubanos se lanzarían otra vez a combatir contra España, empeñados en lograr a toda costa la total independencia. Por eso, el tener la autoría martiana, los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes añadieron a la audacia, patriotismo y valentía, el valor del optimismo y el de no dejarse vencer a pesar de las dificultades. Gracias a esa perseverancia se pudo sobrepasar el fracaso rebelde del ataque de Alegría del Pio, llegar hasta el triunfo de La Plata y no perder el impulso ante las caídas. El Primero de Enero de 1959 fue la prueba palpable de no haber perdido la fe, no obstante las piedras del camino. A 60 años ¿en qué convertimos los hechos de 1953? En una fecha agigantada por el tiempo, que convirtió su pasado heroico en las motivaciones para hacer grande el presente. Ese es hoy el 26 de Julio en Cuba, una efeméride congruente con el momento histórico, depositaria de compromisos, acicate de los esfuerzos y símbolo de conquista. Por eso, estar en 26 es para los cubanos ponerse a la altura de las circunstancias, cumplir con las urgencias, estar siempre prestos para enfrentarse a los escollos y saber crecerse. Un día así es efemérides de multitudes, de luchas mancomunadas y empeños comunes por el bien colectivo, porque tiene como premisa hacer unánime la voluntad de avanzar, si quiere llegarse a la vanguardia. Nadie cuando se viste de roji-negro puede quedarse rezagado ni resultar indiferente a la obra, debe ser motivo aunado que lleve intrínseco el amor y la defensa del terruño. Sólo así, con un ímpetu conjunto, donde no quepa desaliento, conformismo, ni apatía, podemos alimentar la victoria, subir al podio de los triunfadores y no soslayar la principal lección martiana: hacer de los reveces tácticos escalones para el éxito futuro.

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