09 noviembre, 2013

Martí y el sacrificio de su vida

Hilda Pupo Salazar “De hombres de sacrificio necesita la libertad: no de hombres que deshonren o mermen o abandonen a los que están prontos al sacrificio, al sacrificio racional y útil, al sacrificio de los de hoy, para la ventura de los de mañana”, dijo Martí. Cuando nuestros Cinco Héroes antiterroristas determinaron dejar atrás las comodidades del hogar, sus hijos, esposas, madres; sus familias enteras y sus sueños por ir a cumplir una misión por la defensa de su país, aparte del patriotismo, valentía y audacia tuvieron el gran valor del altruismo. Ser altruista es hacer el bien a los demás, aún a costa del propio provecho, arriesgar la vida y hasta el propio futuro, como hicieron Gerardo, Antonio, Fernando, René y Ramón. La historia de Cuba está llena de esos ejemplos. Carlos Manuel de Céspedes fue un rico hacendado, dueño de esclavos e ingenios, que lo abandonó todo por Cuba; Francisco Vicente Aguilera era, también, un bayamés dueño de una inmensa fortuna a la que renunció por la libertad de su suelo. Agramonte estaba recién casado, cuando se fue a la manigua; Salvador Cisneros Betancourt, uno de los principales líderes independentistas, pertenecía a una de las familias más importantes de Camagüey. De ellos dijo Martí: “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear… “. Refriéndose al incendio de Bayamo, aquella acción heroica de los pobladores de la ciudad, quienes prefirieron prender fuego a las pertenencias antes de que cayeran en manos enemigas, el Maestro expresó: “Cuando el sacrificio es indispensable y útil, marcha sereno al sacrificio, como los héroes del 10 de Octubre, a la luz, del incendio de la casa paterna, con sus hijos de la mano… “. En una semblanza ilustradora, el Héroe de Dos Ríos caracterizó esas hazañas: “Aquellos padres de casa, servidos desde la cuna por esclavos, que decidieron servir a los esclavos con su sangre, y se trocaron en padres de nuestro pueblo; aquellos propietarios regalones que en la casa tenían su recién nacido y su mujer, y en una hora de transfiguración sublime, se entraron selva adentro, con la estrella a la frente; aquellos letrados entumidos que, al resplandor del primer rayo, saltaron de la toga tentadora al caballo de pelear; aquellos jóvenes angélicos que del altar de sus bodas o del festín de la fortuna salieron arrebatados de júbilo celeste, a sangrar y morir, sin agua y sin almohada, por nuestro decoro de hombres; aquellos son carne nuestra, y entrañas y orgullo nuestros, y raíces de nuestra libertad y padres de nuestro corazón, y soles de nuestro cielo y del cielo de la justicia, y sombras que nadie ha de tocar sino con reverencia y ternura. ¡Y todo el que sirvió, es sagrado! “. Pero, otro ejemplo elocuente del significado de entregarse a un ideal a costa de muchos sacrificios lo dio Martí a lo largo de su existencia. En medio de lo difícil que le resultó luchar, tuvo una adolescencia marcada por los rigores del presidio, la incomprensión de su madre y esposa, las críticas de sus amigos; dejar atrás a su familia y no estar con su hijo; sobreponerse a su deteriorada salud; renunciar a su descanso, la ingratitud y la capacidad de enfrentar las adversidades con optimismo. Así lo calificó Enrique José Varona:” Martí se desposeyó de sí mismo por completo y por completo se dio a Cuba. Demasiado sabía lo que cuesta esa consagración. Más nunca se le vio vacilar. Aunque sus pies sangraran proseguía su camino; aunque desgarraran sus oídos los silbidos y los insultos, continuaba mirando hacia delante “. Eso lo hizo un hombre, para quien la patria nunca fue triunfo, sino agonía y deber.

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