04 febrero, 2014

Hilda Pupo Salazar Hay quienes adoran el vocablo No para contestar. Tienen ese adverbio de negación como favorito en el vocabulario hasta sumarlo a su tipo de gestión, sienten un placer incomparable cuando lo pronuncian y una satisfacción sin límites al ver los efectos de frustración causados a los que va dirigido. Aunque hay veces no cabe un Si, el vocablo contrario tiene sus matices y conocerlos evita las llamadas respuestas cuadradas y sin alternativas. Puede parecer una contradicción decir: “Negar con sabor afirmativo”. Esos directivos que pronuncian un No rotundo, sin argumentos convincentes, hiriente, menospreciador, cierran puertas, esperanzas y bloquean caminos, por eso ante las negativas preferimos las agradables. Se entiende por ello, cuando ante la imposibilidad de aseverar, se ofrecen opciones. Las personas aminoran la experiencia incómoda y no quedan con esa sensación de impotencia provocada por la obligatoriedad de cerrar la boca e irse sin chistar. Hay frases oportunas, para borrar los malos momentos: “No se decepcione, le podemos ayudar”; “carecemos de esa pieza, pero usted va a su casa con una solución, despreocúpese”. Hasta en la educación de los hijos es importante saber emplear la negación. Tiene desigual repercusión el “No, porque No”, que cuando cabe el convencimiento. En el primer ejemplo faltan las razones. Muchas denegaciones están acompañadas de malos desempeños y sirven como escudo protector a las fallas. En esos casos, las faltas de afirmación cubren los errores y tratan de envolver las incapacidades. No se trata de aceptarlo todo, porque quien mucho abarca, poco aprieta y, además, al incumplir lo prometido se cae en las pamplinas y tan dañino son las faltas de asentimientos como las informalidades. A veces, el mismo texto expresado de manera respetuosa, medida y cordial suena diferente a cuando la decimos con prepotencia, superioridad, altanería o arrogancia, por lo que importa el tono. Defendemos las formas adecuadas en el tratamiento personal. Todas las personas merecen condescendencia, independientemente del puesto ocupado y nadie por determinada posición tiene el derecho de ofenderlas. Una sociedad funciona mejor si no hay menosprecio entre sus integrantes y fluyen las relaciones humanas. Ser agradable no cuesta nada y hay muchas formas de aprobar.

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