07 septiembre, 2014

Hijos para la sociedad

Hilda Pupo Salazar Los padres no deben olvidar nunca su alta responsabilidad en la educación de sus hijos y las consecuencias negativas de fallar en ese compromiso. Detrás de un muchacho malcriado hay un papá y una mamá desentendidos con ese deber. Comparto con ustedes este mensaje enviado a la redacción por el doctor Vladimir González Gómez, porque mucho hemos insistido sobre el error de algunas familias de dejarles solo a la escuela la gran misión de formar a sus descendientes y obvian la repercusión de las enseñanzas en el hogar, para sus vástagos. Cuentan que un reo, condenado a muerte, pidió como último deseo escribirle una carta a su mamá. He aquí la misiva: “Madre, creo que si hubiera más justicia en este mundo, tanto tú como yo deberíamos de ser ejecutados. ¡Tú eres tan culpable como yo de mi miserable vida! “ ¿Te acuerdas, cuando llevé a la casa aquella bicicleta robada a otro niño? Me ayudaste a esconderla para que mi padre no se enterara. ¿Y cuando me robé el dinero de la cartera de la vecina? Fuiste conmigo al centro comercial y lo gastamos juntos. ¿Recuerdas, cuando botaste a mi padre de la casa? Él sólo quiso corregirme por haberme robado el examen final de mi grado y como consecuencia me expulsaron. “ Madre, yo era solo un niño cuando eso y ahora un hombre mal formado! Era solo un inocente necesitado de corrección, y no de consentimiento. Te perdono, y sólo te pido le hagas llegar esta reflexión a todos los padres del mundo, ellos son los únicos responsables de formar a un hombre decente o a un vulgar delincuente. Gracias madre por darme una vida, la cual, ahora, pierdo por tu culpa”. Afortunadamente, son menos quienes piensan en aquella famosa dicotomía entre la escuela y la familia a la hora de formar a los muchachos. Ahora es más clara la idea de la misión del plantel de reforzar los valores aprendidos en la casa. Los ejemplos personales, tanto de los progenitores como de los maestros, son vitales para transmitir aprendizajes en las nuevas generaciones, por ello tanto insistimos en la corrección de ambos. Búsquense las raíces en la infancia para entender a aquellos trabajadores irresponsables, quienes deben repetírseles una y otra vez el cumplimiento de sus deberes, porque carecen de un mínimo de conciencia sobre la importancia de ser correctos. Felicidades a esos padres orgullosos de haber formado hombres y mujeres útiles a la sociedad y no vulgares delincuentes, a quienes no les tiembla la mano para arrancar vidas o robar lo que con tanto sudor y trabajo les cuestan a los demás. Dice Abigail Van Buren: “Si usted quiere que sus hijos tengan los pies sobre la tierra, colóqueles alguna responsabilidad sobre los hombros”.

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