19 octubre, 2016

Dignidad

Hilda Pupo Salazar Vivimos momentos de crisis y Cuba no es la excepción. Nos preocupan los precios, el salario, transporte, alimentación, medicamentos, entre otros, pero si las faltas incluyen la dignidad humana, la cuestión es más compleja, porque como dijo Abraham Lincoln mientras el hombre se sienta digno de sí mismo, difícilmente se considere miserable. Lo dicen los especialistas, “no hay recurso más potente que las personas fortalecidas por la confianza en sus valores como seres humanos. Por ejemplo, la dignidad: es cuando sabemos que existimos, apreciarnos y respetarnos como personas, pensar como tal, reconocernos y reconocer a los demás, pues la dejación de este valor o sustituirlo por algo considerado mejor, puede traernos la degradación; es, además, la necesidad emocional de reconocimiento público por la autoridad, personal, amigos, familiares, círculo social, entre otras, de haber hecho bien las cosas. La dignidad es el valor intrínseco y supremo que tiene cada ser humano, independientemente de su situación económica, social, ideológica, cultural o creencias. Les traigo patrones: respetarse y respetar, no violar principios éticos, actuar bien, cuidar la autoestima, defender la igualdad del decoro, contraria a no tener tanto dinero como para tratar de comprarlo todo o corromperse, ni tan poco como para venderse o prostituirse. Recuérdese que no todo tiene precio. Y hablando de indignidades. Había una vez un grupo de duendes malvados, quienes dedicaban su tiempo en burlarse de un pobre viejecito, sin respetar su persona ni su edad. La situación llegó a tal extremo, que un Gran Mago decidió darles una lección y les aplicó un conjuro, desde ese momento, cada insulto contra el anciano mejoraba eso mismo en él, y lo empeoraba en el duende. Así, cuanto más llamaban al anciano "viejo tonto", más joven, lúcido se volvía éste y el duende envejecía e incrementaba su tontería. Con el paso del tiempo, aquellos duendes ruines fueron convirtiéndose en seres horriblemente feos, tontos y torpes. Tan ocupados como estaban irrespetando al anciano, no fueron capaces de descubrir que eran sus propias acciones la razón para convertirse en monstruos. Dijo Nelson Mandela: “Fue el deseo de lograr la libertad para que mi pueblo pudiera vivir con dignidad y respeto hacia sí mismo lo que movió mi vida, lo que transformó a un hombre joven y asustado en un hombre audaz. Eso fue lo que convirtió a un abogado respetuoso de la ley en un hombre al margen de la ley, a un marido amante de la familia en un hombre sin hogar, lo que obligó a un hombre que amaba la vida a vivir como un monje... Tadeusz Borowski expresó: “Creo que la dignidad del hombre reside en sus pensamientos y sentimientos”.

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