04 marzo, 2017

Burocracia

Hilda Pupo Salazar Cuando la solución de muchos problemas pasa por personas con poca voluntad de ayudar nace, casi siempre, el “No se puede”. Tras esa negativa vienen las mortificaciones de quienes resultan “trajinados”, los malos ratos y la impotencia, porque pudiendo resolver no sucede así por ineficacia de algunos que ocupan sillas en oficinas de prestación de servicios. La no satisfacción de una determinada dificultad agudiza las complejidades de la cotidianidad y contribuye a hacer mucho más difícil la vida al ciudadano común. Es cierto que existen inconvenientes no factibles de realizar en esos momentos e impone decir “No”, pero, lamentablemente, la mayoría admite un Si, con un poco de esfuerzo, querer cooperar y hacerle más feliz la existencia al prójimo. Resulta lastimoso los correos llegados a esta redacción, en los cuales se cuentan historias de peloteos y faltas de respeto, solo porque los responsabilizados de responder satisfactoriamente no lo hacen. Empieza el venga la otra semana o el mes que viene y lo calculado para pocos días se dilata en el tiempo, con la consiguientes molestias de quienes deben hacer los trámites. La sacrosanta burocracia saca sus uñas. Los llamados a la calidad y la eficiencia son, precisamente, esos: Saber cumplir lo planificado en el puesto de trabajo. Unas de las cuestiones contenes a tal objetivo es la falta de valores, por la cual esas personas lo único que las mueve son los intereses materiales, utilizados como requisito obligatorio para poder ejecutar sus funciones bien. En un sitio, donde no existe el humanismo, se crea una brecha con la obra del Primero de Enero, porque tal característica definió nuestro Gobierno, desde el mismo triunfo. Sucede igual a otro de los preceptos, parte del concepto de Revolución, dado por Fidel en el 2000. “Ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”. El humanismo, en el sentido amplio, significa valorar al ser humano y su condición, está relacionado con la generosidad, la compasión, ponerse en el lugar de los demás y la preocupación por la valoración de los atributos y las relaciones humanas. El Comandante en Jefe fue ejemplo de esa visión que colocaba al hombre como centro, por tanto todo su proyecto está impregnado de tal sentimiento en política internacional como nacional. Está en franca contradicción con el espíritu humanista de la Revolución Cubana, los sitios donde se maltraten a las personas y se realicen actos en contra de su integridad. En nombre de la belleza de esa obra desterremos para, siempre, las actitudes que la niegan, como el individualismo, el mal uso del poder, los negocios ilegales con recursos estatales en nuestras manos y favoritismos. Dijo el pedagogo brasileño Paulo Freire: “Hablar del humanismo y negar a los hombres es una mentira”.

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