06 mayo, 2017

¿Por qué solo buscar errores?

Hilda Pupo Salazar hilda@ahora.cip.cu Un profesor escribió en la pizarra la tabla del 9 de manera perfecta, pero inició con un 9 por uno es igual a 7. Un alumno se burla y todos empezaron a reírse en el aula. El docente dijo: “Es así como ustedes ven el mundo, me equivoqué a propósito, para mostrarle como nos comportamos, a veces, ante una falta. Nadie te elogia o felicita por las nueve veces que lo hiciste bien, sino te critican por el desliz. Debemos valorar por los aciertos y no estar a la caza de las fallas”. Esa debía ser una imprescindible lección en la vida, porque hay quienes, como dijo Martí, le ven al sol solo las manchas en vez de la mucha luz y con esa óptica nos convertimos en pésimos críticos. Si obramos así, podrán haber más cosas positivas que negativas, pero la balanza nuestra se inclinará, siempre, por la segunda opción. Lo triste de tal postura es el mal agradecimiento engendrado, porque no se aquilatan los beneficios, solo se ponderan los perjuicios. Ninguna obra humana es perfecta, pero al sopesar los hechos debemos aquilatar primero cuanto hacen por nosotros, en vez de centrarnos solo en los problemas. Es de muy mal gusto aquellos que fustigan todo, sin el más mínimo análisis del porqué sucede. Lo primero es separar lo objetivo de las subjetividades. Es cierto que muchas dificultades son engendradas por ineficiencia de quienes realizan las tareas y su solución depende de un cambio de actitud, pero otras son frutos de carencias materiales ajenas a la voluntad de tenerlas y en ello intervienen mecanismos no factibles, para resolverlos nosotros. Concluimos que criticar es lo más fácil del mundo: no necesitas esforzarte, solo opinar de forma gratuita, para hacerlo, no solemos informarnos de verdad y la gran mayoría de las veces decimos aquello pasado instantáneamente por el cerebro. Luego interfieren otros factores como ser inconformista por naturaleza o sentimientos negativos como la envidia, la soberbia o la ira. A veces, nos molesta hasta el bien ajeno y arremetemos contra quien no tiene culpa. Con esa postura nos infravaloramos, pues intentamos destruir lo hecho por los demás, en lugar de enfocarnos cómo construir más y mejores cosas para nuestra propia identidad. Ese juzgar a la ligera nunca será fuente de sabiduría, solo habrá una excepción con la conocida como crítica constructiva. En ese caso, puede ser de gran ayuda desde lo verdadero, sano y coherente. Dejemos las críticas maliciosas para los perdedores, los cobardes y quienes tienen demasiado tiempo libre.

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